domingo, 9 de diciembre de 2007

El Centro Internacional de Convenciones de Madrid (CICM) tiene muchas papeletas para convertirse en la nueva postal de la capital


Emilio Tuñón y Luis M. Mansilla proyectarán el futuro Centro Internacional de Convenciones de Madrid (CICM) . Su carácter icónico habla del reto de conversar de tú a tú con cuatro torres colosales sin perder la frescura ni tener que ponerse de puntillas. Lo cuentan desde su nuevo estudio en la calle de los Artistas, una de esas callejas que parece aislada por arte de escala (las edificaciones tienen sólo dos o tres plantas) del bullicio de Cuatro Caminos.
La recalificación de la ciudad deportiva del Real Madrid supuso la construcción de cuatro torres de 70.000 metros cuadrados cada una. Marcó, con cuatro rascacielos, el final de la ciudad. "Pero hay otros 70.000 metros cuadrados, que son los que los madrileños sacan de beneficio", apunta Tuñón.
El CICM quiere dar una respuesta circular y horizontal a esas torres de la Castellana. "Nos parecía que un edificio público no debía estar a los pies de las torres privadas. Por eso, aunque lo tradicional hubiera sido construir un basamento horizontal frente a las torres verticales, recurrimos a la historia de la ciudad. A la convivencia entre las formas circulares y las torres: las cúpulas y los campanarios, vaya", señala el arquitecto. Y cita un ejemplo en el que un edificio bajo se puede llegar a comer a otro alto: la iglesia de San Patricio en medio de los rascacielos de la Quinta Avenida de Nueva York. Tuñón considera que "era una oportunidad para hablar de otra manera. El edificio será una marca por fuera y una serie de espacios interiores indefinidos. La arquitectura de congresos es hoy una arquitectura efímera que se reinventa según la necesidad de cada congreso".
Sostienen Tuñón y Mansilla que la Castellana es el río de Madrid: "Recorre la ciudad y explica su historia. Las fachadas de los edificios se asoman, como caras, a mirar el paseo: el Prado, el edificio Sindicatos, el Thyssen, Bankinter, incluso Azca, desde su condición de bodegón", enumeran. Y consideran que, al final de ese paseo, la escala es más de paisaje que de urbanismo. "Por eso nuestro edificio le pone cara. De El Escorial a la T-4, dialoga con todos porque será visible desde distancias muy grandes".
Así, aunque admiten que las cuatro torres y el futuro CICM alterarán el perfil de la ciudad, no les preocupa que su edificio se convierta, o no, en el nuevo icono de Madrid. "Será reconocible, pero creemos que Madrid no necesita una postal. La ciudad vende eficacia y una forma de ser muy abierta. Ésa es la mejor postal". Entre las nuevas torres, se quedan con la de Repsol, de Norman Foster. "Tiene una estructura parecida a la que planteamos nosotros, con los espacios indefinidos apilados y los núcleos de circulación alejados para despejar el interior".

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